lunes, 4 de febrero de 2008

Messi evoca a Maradona

messi-1 Messi convirtió un partido dramático en un juego de niños. A los mejores futbolistas se les mide en choques de extrema necesidad, en situaciones límite y escenarios de alto riesgo como el de ayer, y La Pulga aupó al Barça a un triunfo indiscutible y de vital importancia, deslucido, por otra parte, porque Henry marcó en fuera de juego y Diego López paró magistralmente un penalti que no era al propio Messi. Nada nuevo en un equipo con mucho juego y poco gol. El fútbol de Messi es singular, pues nadie más tiene su velocidad de conducción y ejecución, y resulta universal, porque siempre se aplica por igual, sin reparar en el rival, el campo o el torneo. Atada la pelota a su zurda, el argentino marcó las diferencias con un recital que evocó las mejores noches de Maradona. La figura de Messi se agranda cuanto más adversas son las circunstancias y más imposible se presenta la jugada.
El argentino falló un penalti y a cambio eliminó al Villarreal con una solemne actuación por el dominio del regate, del recorte, de la gambeta, de la suerte más admirada en el fútbol. Así son los genios, gente de una pasta especial, únicos.

El vértigo de Messi dio vuelo a un equipo responsabilizado y ayer muy serio. Las intenciones del Barça se adivinan a partir de la alineación y, especialmente, por la composición de la delantera, que cambia a cada partido, signo de la dificultad que tiene para atacar. Anoche compareció Bojan y desapareció Giovani, mientras que Márquez reaparecía como medio centro, Xavi cedía su plaza a Iniesta y Ronaldinho aguardaba turno en el banquillo.

Iban los azulgrana a por el partido desde una formación reconocible y equilibrada, falta de jugadores de banda específicos si se quiere y en cambio reforzada por la presencia de un rematador, como Bojan, siempre concreto, calidad estimable en un equipo con delanteros a veces excesivamente barrocos. Bien vertebrado, el Barça se desplegó con ritmo, buen gusto y velocidad de balón. Henry espabiló especialmente y con sus delicados movimientos dio profundidad al equipo, tiró buenos desmarques y alivió el lavoro de una segunda línea muy complementaria por la dureza de Deco, la sutileza de Iniesta y la jerarquía de Márquez. Aventado por los laterales, a los azulgrana sólo les faltaba precisar el último pase para alcanzar el gol. Jugaban agresivos y rápidos y botaban un córner tras otro ante un rival contemporizador, dispuesto a madurar el partido con Tomasson y a rematarlo con un velocista como Nihat.

A fin de cuentas, el Villarreal acudía aliviado al encuentro, convencido de que la mayor situación de riesgo se dio en su casa, y por tanto ya pasó. A veces parece incluso un equipo excesivamente perfecto, sin matices, y más en un torneo como la Copa, que exige incluso un punto de irregularidad. La contemplación le llevó a la derrota, desbordado por la excelencia de Messi, que se marcó una media hora de juego celestial, sólo al alcance de los fuera de serie: excelente en la conducción, soberbio en el regate, imparable en la transición y el desborde, puñetero en el remate y en los lanzamientos francos, decisivo en el partido.

Messi sacó dos tarjetas consecutivas a Cygan, provocó la falta que botada por Deco cabeceó Henry en fuera de juego y convirtió el encuentro en un diálogo con Diego López, sensacional de principio a fin, sin un solo error. El portero mantuvo a su equipo en el encuentro por más debilitado que quedara por los daños causados por Messi. Las lesiones acabaron por desmontar el plan de Pellegrini cuando tuvo que apurar los tres cambios y se quedó sin Rossi, ya sustituido, y sin poder dar salida a Nihat. El partido quedó entonces a expensas de los recortes de Messi y del calentamiento de Ronaldinho.


(Vía El País)

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