Primera | Barcelona 2 - Almería 0
Entró a los 75' y liquidó el partido. El árbitro validó un gol discutible, birló un penalti al Almería y regaló otro al Barça. Marcó Henry y Ronaldinho, fatal
Fabián Ortiz | 29/10/2007
El Camp Nou se va acostumbrando a ponerse de pie para corear el nombre de Leo Messi. Incluso cuando el argentino se pasa 75 minutos en el banquillo, como ayer. Pero bastó con un cuarto de hora para que el Pulga confirmara que ya ha tomado el relevo, que no hay más fantástico que él, que el cambio de guardia en palacio es un hecho irrefutable incluso para los más acérrimos defensores de Ronaldinho: el jugador que cambió el curso de la historia reciente del Barcelona ha cedido las armas para que sea Messi quien monte guardia para mantener la fortaleza a salvo.
El entrenador del Barça quiso demostrar que también se puede vivir sin Messi. Cargado en los abductores, el argentino volvió de Glasgow con síntomas de cansancio y Frank Rijkaard decidió dejarlo en el banquillo. Con esa medida, de rebote, se ahorraba tener que quitar del equipo a dos de los jugadores más discutidos de la semana: Ronaldinho y Henry. El brasileño cocinó otro de sus partidos equivalentes a la comida rápida: se quedó pegado a la banda izquierda, tapó lo justo al lateral de su lado -Bruno-, siguió sin irse de ningún rival ni por velocidad ni por regate, y antes de la media hora escuchó los silbidos reprobatorios de un amplio sector del graderío, que se redoblaron en el momento de su relevo por Messi.
Henry no fue mejor. Como un pingüino en el desierto, vive el francés en un hábitat que le resulta extraño. Ayer hizo de nueve, lo que a menudo lo obligó a aguantar de espaldas a Cobeño las cargas de Carlos García. Apenas le dieron balones, y los que le llegaron parecían sandías. Por eso celebró con ganas, con un entusiasmo alejado de su habitual porte flemático y distante, el gol que abrió el marcador. Fue un gol feo, de palomero, pero a Henry le supo a gloria: Giovani recibió por la derecha, encaró a Cobeño y disparó, la pelota rebotó en el portero y en el mexicano, para quedar a pies de Tití, que la empujó a la red antes de salir corriendo hacia el córner y lanzarse de rodillas, para caer boca abajo, feliz.
Mal árbitro.
Miguel Ángel Ayza entró ayer en la breve historia del Almería en Primera División. De no haber sido el modesto, bravo y elegante equipo andaluz, sino uno de los gallitos de la Liga (el Barça, sin ir más lejos), la actuación del árbitro sería juzgada de escandalosa. El gol de Henry despertó dudas, porque cuando le llegó el rebote de Giovani no había más rivales que Cobeño entre el francés y la línea de gol. Pero lo peor vino después, en la segunda parte.
Rijkaard debió resignar a Puyol, enfermo, y dar entrada a Márquez. El mexicano se mostró fuera de forma física, apenas recuperado de una lesión que le ha tenido un mes de baja, y sufrió para frenar a Negredo. En una jugada entre ambos, en el minuto 76, Márquez sacó un brazo y cerró el paso del delantero del Almería, dentro del área, hasta hacerlo caer. Penalti. Claro. Pero el árbitro dijo sigan, sigan.
Del posible empate a un gol, que habría hecho justicia con lo jugado por el Almería y por el Barça hasta entonces, se pasó al 2-0 por otro error de bulto de Ayza. Giovani, que ayer fue titular en la delantera, se metió en el área por la izquierda del ataque, emparejado con Bruno. Ambos se agarraron un trecho, hasta que el mexicano se dejó caer, con gesto teatral. Penalti, dijo el árbitro, donde no había nada. Henry flirteó con la pelota, pero Messi, que por entonces ya estaba en el campo, le dijo que ni en broma, que ese lo tiraba él: a la izquierda de Cobeño, que voló hacia el otro lado. Messi y el árbitro, los dos verdugos del Almería.
Hasta ese momento, minuto 80, el equipo de Unai Emery mostró el mismo saludable aspecto de siempre: presión coordinada en la línea de salida del Barça (de la que sólo escapó Iniesta), orden defensivo replegados atrás y salida al contraataque con gran velocidad e ideas claras. Así tuvieron sus ocasiones Negredo, Soriano y, más tarde, Ortiz, sin que Valdés pasara muchos apuros. Hasta que entró Messi para escenificar el cambio de guardia. Ronaldinho sólo ha acabado un partido de Liga de nueve jugados. Messi pone en pie al Camp Nou. Y le basta con un cuarto de hora.
El detalle: Puyol se retiró con náuseas
La entrada de Rafael Márquez, uno de los tres jugadores que el Barça recuperó ayer (junto a Touré Yaya y Gianluca Zambrotta), sorprendió en el Camp Nou, porque el reemplazado era Carles Puyol. El capitán hizo un buen primer tiempo, pero se retiró con sensación de náuseas, lo que hizo aconsejable que no volviera al campo de juego.
El duro
Abidal Con el partido acabado, le atizó una entrada de tarjeta roja a Bruno. Sólo vio la amarilla.
El dandy
Iniesta Impecable en el armado, a los 62' metió un derechazo con rosca que Cobeño despejó con apuros.
¡Vaya día!
Ronaldinho Volvió a demostrar que una cosa es querer y otra, poder. No se va de nadie y casi no pisa el área.
El crack
Messi Se pasó 75 minutos en el banquillo, pero le bastó un cuarto de hora para ser el mejor. Lo aclamaron.
Via: as.com
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